De Luis Quiles, artista muy respetado en Mundo Alocado. |
Si hiciera un listado de lo peor y lo mejor que he vivido en esta pandemia (que-tanto-queremos-quitarnos-de-encima-pero-que-todavía-no-se-ha-ido) las dudas sobre lo que incluir serían muchas pero el aplauso sanitario tendría un lugar claro. Simplemente es lo mejor y mas bonito que ha pasado en todos estos días. Surgío en un momento durísimo a todos los niveles y su estruendo a las 20:00 en esos primeros días de impotencia y dolor sirvió para canalizar mucha rabia contenida y transformarla en esperanza, mientras ponía en la primera línea de la sociedad a los verdaderos héroes de toda esta pesadilla. Personalmente, nunca había sentido un clamor colectivo tan unánime hacia nada.
Las 20:00 se convirtieron en un cita ineludible en el bunker y animamos a la pequeña N a que se dejara las manos aplaudiendo mientras gritaba "¡vivan los médicos!", que no se trata sólo del gesto sino de compartir y comprender a lo que va asociado. En su punto álgido toda esta performance colectiva ha dejado momentos muy simpáticos como los DJs de balcón poniendo música a todo trapo tras los aplausos o esos hermanamientos entre vecinos que han descubierto su presencia mutua al verse las caras todos los días. Y digo simpáticos porque aunque me haya resultado especialmente cansino que el "Resistiré" del Duo Dinámico me taladrara los oídos un día sí y otro también, al menos no veía la malicia y la hipocresía que posterior, e inevitablemente, han ido surgiendo entre bambalinas.
Como todo buen movimiento con tirón y aceptación social, el aplauso sanitario ha intentado estar politizado desde el primer momento. Es una lacra que tenemos en este pais con practicamente cualquier cosa y con esto no iba a ser menos. Sus intentos de secuestro han sido diversos (el primero de todos los que recuerdo fue una especie de contraprogramación promovida por ya saben ustedes quienes donde se instaba a hacer sonar el himno nacional) pero nadie ha sido capaz de desplazarlo de su intocable franja horaria y diversas protestas, caceroladas y eventos publicitarios diversos (como cantarle el cumpleaños a Amancio Ortega, un Humans of Late Capitalism fino, fino) han tenido que encontrar acomodo a regañadientes a las 21:00.
En cualquier caso, el aplauso sanitario ya ha vivido sus días de gloria y ahora afronta sus últimos estertores. En mi barrio poco a poco se va apagando y la verdad es que tengo mucha curiosidad por ver cuando lo hará del todo. Creo que sigue siendo un gesto necesario pero cargado de un significado que se pierde por mero desgaste y por colisionar de bruces contra la realidad: de nada sirve el gesto si no aprendemos la moraleja de la historia. Puede que no lo despidamos con la grandeza que se merece pero, aunque muera por olvido, espero que dentro de unos meses, años o decadas no tengamos que repetirlo, porque entonces no habrá valido para nada.
Las 20:00 se convirtieron en un cita ineludible en el bunker y animamos a la pequeña N a que se dejara las manos aplaudiendo mientras gritaba "¡vivan los médicos!", que no se trata sólo del gesto sino de compartir y comprender a lo que va asociado. En su punto álgido toda esta performance colectiva ha dejado momentos muy simpáticos como los DJs de balcón poniendo música a todo trapo tras los aplausos o esos hermanamientos entre vecinos que han descubierto su presencia mutua al verse las caras todos los días. Y digo simpáticos porque aunque me haya resultado especialmente cansino que el "Resistiré" del Duo Dinámico me taladrara los oídos un día sí y otro también, al menos no veía la malicia y la hipocresía que posterior, e inevitablemente, han ido surgiendo entre bambalinas.
Como todo buen movimiento con tirón y aceptación social, el aplauso sanitario ha intentado estar politizado desde el primer momento. Es una lacra que tenemos en este pais con practicamente cualquier cosa y con esto no iba a ser menos. Sus intentos de secuestro han sido diversos (el primero de todos los que recuerdo fue una especie de contraprogramación promovida por ya saben ustedes quienes donde se instaba a hacer sonar el himno nacional) pero nadie ha sido capaz de desplazarlo de su intocable franja horaria y diversas protestas, caceroladas y eventos publicitarios diversos (como cantarle el cumpleaños a Amancio Ortega, un Humans of Late Capitalism fino, fino) han tenido que encontrar acomodo a regañadientes a las 21:00.
En cualquier caso, el aplauso sanitario ya ha vivido sus días de gloria y ahora afronta sus últimos estertores. En mi barrio poco a poco se va apagando y la verdad es que tengo mucha curiosidad por ver cuando lo hará del todo. Creo que sigue siendo un gesto necesario pero cargado de un significado que se pierde por mero desgaste y por colisionar de bruces contra la realidad: de nada sirve el gesto si no aprendemos la moraleja de la historia. Puede que no lo despidamos con la grandeza que se merece pero, aunque muera por olvido, espero que dentro de unos meses, años o decadas no tengamos que repetirlo, porque entonces no habrá valido para nada.