Ya conoce usted la alegoría, astuto lector. |
2017.- Primer curso escolar de la pequeña N. Me hubiera encantado comprarle sus primeros libros del cole en la librería dónde mis padres me los compraban a mí. Pero cerró hace bastantes años, como tantas otras tiendas del barrio. Entre eso y que se me echó el tiempo encima, los compré en Amazon.
Amazon ofrece un servicio de compra de libros escolares alucinante. Cuando empieza la campaña habilitan una página en la que simplemente tienes que introducir el nombre del colegio de tu hijo y el curso y, TACHÁN: el listado de libros aparece automaticamente. Con dos clicks de ratón, literales, tienes todos sus libros en el carrito. Al mejor precio del mercado y con una velocidad supersónica de envío (en mi caso los tuve en menos de 24 horas en casa).
Impecable, la perfección hecha compra. Uno de los mejores servicios que he probado en mi vida. Encima el paquete de libros vino repleto de toneladas de descuentos y chucherías adicionales de todo tipo.
¿He dicho ya que era, con diferencia, el mejor precio del mercado?
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Era brujería, algo contranatura. Me arrepentí mucho de haberlo hecho y dije que una y no más.
2018.- Segundo curso escolar de la pequeña N. El mismo día de la recogida de notas fui con el listado de libros en papel que me habían dado a la librería más cercana al colegio. Bastantes padres tuvieron la misma idea y pasé la mañana (que me había cogido libre en el trabajo) haciendo cola. Recogida del listado por parte de la librera, anotación manual en el ordenador, anotación manual en una libreta de pedidos, pago de señal por mi parte, copia de factura y resguardo y post-it recordatorio: llame usted en dos semanas que tienen que estar los libros.
Pasadas dos semanas pude ir a recoger unos. Pasadas otras dos, otros. Y un último rezagado había tenido problemas de distribución y no llegó hasta practicamente el día antes de empezar el curso. La editorial parecía no dar mayor explicación y tocó esperar.
Llamé muchas veces a la librería durante el verano y fuí otras tantas. Hablé con otros padres: El Corte Inglés y Carrefour tenían el libro de marras, el que se hacía de rogar. Curiosamente Amazon no, pero tenían una fecha de entrega que garantizaba que iba a estar antes del comienzo de curso (de no estarlo supongo que ejecutarían a algún currito en sacrificio ritual como contraprestación Prime). La librería no estaba en condiciones de garantizar nada porque la editorial tampoco es que se pronunciara al respecto, pero me tranquilizaron diciendo que en alguna ocasión tardaban pero que seguramente estaría al empezar el curso. Como lo estuvo.
Soy una persona extremadamente quejica y tiquismiquis con-practicamente-cualquier-cosa pero quisiera remarcar algo de esta pequeña historia: no me ha molestado nada especialmente de lo que os he contado. Ni hacer cola. Ni tener que estar pendiente yo de llamar para ver si tenían los libros. Ni los diversos viajes a la libreria. Ni los retrasos. Nunca dudé que tuvieran el libro que faltaba antes del curso y, de no haber estado, tampoco hubiera pasado nada. Ni tan siquiera me ha molestado pagar más, que es algo totalmente ilógico lo mires por dónde lo mires porque los libros, en sí, son exactamente los mismos.
El próximo curso volveré a encargar los libros en la misma librería. Si sigue abierta, que vete tú a saber. Esta historia es muy pequeñita, una completa chorrada si queréis pero la diferencia de experiencias que he tenido comparando las dos compras es abismal y llevaba un tiempo queriendo contarlo. Es imposible pedirle a nadie que renuncie a los cantos de sirena de un Amazon cualquiera vistas las circunstancias, así que si le tenéis algún tipo de cariño a alguna tienda de vuestro barrio (y aquí seguramente sume puntos el factor nostalgia más que otra cosa), atesorad la experiencia, disfrutadla mientras sorteais todos esos inconvenientes del primer mundo que os he listado ("¡es que encima he tenido que llamar yo para ver si tenían los libros!"), porque es un concepto herido de muerte y, lo que es peor, sin razón de existencia. Un Japón de cartón piedra desmoronándose ante los avances del monstruo indestructible.