No se me ha ocurrido a mí. Ojalá:
Porque es tan obvio, estaba tan
delante de nuestras narices... que asusta. Asusta pensar en todas las batallas
que hemos perdido arrastrando nuestra privacidad por el fango cuando teníamos
la sartén por el mango. Sólo había que tomarle un poco el pelo a la
máquina y no dejarnos –literalmente- la vida en su muro de las lamentaciones pero,
claro, es la paradoja del postureo: que aunque construya una identidad
totalmente falsa e idealizada tiene que tener una base real. Tiene que saber
dónde vives, qué consumes, quién es tu familia, dónde veraneas, tu ideología política y, por encima
de todas las cosas, tu opinión de
absolutamente-todos-los-temas-existentes-en-el-Universo. Tu alma por unos likes
que al final (oh, sorpresa) sí tenían un coste. Buen momento para recordar ese mantra/canto de sirena iniciatico, aquel es gratis y lo será siempre con el que nos recibían en la puerta de su casa, justo antes de arrojarnos al abismo de esos Terminos
y Condiciones de Uso que no leímos.
Facebook morirá, quizá no ahora
ni por todo el lío este de Cambridge Analytica pero sigue mutando a un Gigantosaurio
con cada vez menos capacidad de reacción. De este escándalo tenemos que recordar a todos esos buitres que han venido a revolotear, que nos juran y perjuran que no son lo mismo mientras chapotean dando saltitos en la sangre que brota de las heridas del futuro cadaver. Porque vendrán otras redes sociales, serán más
ágiles, más chachis, más divertidas y a golpe de like o corazoncito o pene con
alas, nos minaran todos los datos que puedan metiéndonos el brazo por la traquea. What a time to be
alive!