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24 may 2020

Días de borrasca [víspera de resplandores] (pt. 19)

A (Phase 0) Brave New World

¿Máscara? CHECK. ¿Guantes? CHECK. ¿Distancia social? CHECK


Nueva normalidad...  suena espantoso, ¿verdad? Pero tampoco voy a ponerme muy exquisito porque no traigo ningún término distinto para proponeros, así que con nueva normalidad que nos quedaremos en esta página.

Si el problema al final no es el término en sí. Es como nos va a golpear en el estómago.

A principios de mayo probe un pequeño pedacito de eso en mis carnes. Tuve el primer vistazo al mundo que nos espera después de todos esos paseos vacíos y apurados, de kilometro a la redonda al barrio y sin destino ni propósito concretos. Siempre apurado, con las gafas empañadas por culpa de las mascarillas (ya he probado todos los trucos habidos y por haber, gracias) y con una niña de 5 años, a la que no le ofrece realmente nada el exterior, tirandome del brazo para volver al bunker porque lo que quiere es volver a socializar con su clase, colegio y amigos.

Por primera vez en semanas tenía un paseo al aire libre con objetivo: mi primera cita previa en la tienda de cómics. Una experiencia recubierta de extrañeza pero que no me pareció irreal sino un adelanto de como se van a desarrollar los acontecimientos a partir de ahora, un teaser de lo que viene.

La tienda de cómics es, muy posiblemente, lo mas cerca que estoy de profesar una religión. Para mí no es tan sólo un espacio físico donde comprar cosas (porque puedes tirar de Amazon y tan agusto, ¿no?) sino que pasa por ser un lugar de peregrinación, casi un santuario. Me gusta tanto ir a comprar como todo el cacharreo asociado: disfruto preparando la lista de la compra, descubriendo in situ las cosas que se me han pasado por alto, encontrándome a gente que conozco y, sobre todo, hablando con el tendero. En las circunstancias normales previas a la pandemia era uno de mis momentos preferidos de la semana, un bloque de tiempo dedicado exclusivamente a mí que disfruto como un enano desde que salgo por la puerta del bunker hasta que vuelvo.

Como había hecho los deberes, solicitando mi cita y leyendo las instrucciones, el escenario que me encontré tampoco me cogió de sorpresa. Tuve la tienda a mi completa disposición y para mí sólo durante media hora, no podía tocar absolutamente nada y tenía que tomar las medidas de higiene a las que nos estamos habituando (mascarilla, gel hidroalcohólico). Me alegré mucho de hablar de nuevo con el tendero y forcé (es un decir) bastante la compra porque realmente el tema de las novedades había quedado en stand-by y la tienda estaba exactamente igual que el último día que fuí (11 de marzo, cuando cerraron los colegios) pero quería hacer una compra considerable para celebrar el reencuentro.

Fue en el camino de vuelta cuando me entró el bajón. Por una parte pensaba en el privilegio de toda la situación: el poder comprobar de primera mano que la tienda no cierra, el ser uno de los habituales que va a intentar seguir al pie del cañon mientras se recupera así como comprobar en directo que la vida sigue, que poco a poco las aguas volverán a su cauce. Por otra parte me entristecía todo lo marciano, la absurdez de que me de rabia no poder toquetear todos los cómics de la estantería para llevarme el que esté mejor o el no haber podido encontrarme a ningún habitual para darle palique. Estupideces que daban forma a la esperiencia completa y que quien sabe cuando recuperaré (si es que son recuperables).

Mañana arranca la Fase 1 en Madrid y va a ser una etapa de reencuentros de todo tipo, sobre todo familiares. Personalmente, no se todo esto me genera ahora mismo mas ansiedad o miedo, pero estoy deseando afrontarlo de una vez por todas.

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