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22 dic 2014

¡NO es la libertad de expresión, estúpidos!



Sálvame, el contenedor mutante de basura humana que mantiene en marcha toda la maquinaria pestilente de Telecinco, despide el año encajando dos hostiazas finas. Esto es celebrado particularmente en Mundo Alocado que aplaude cualquier desgracia que le pase al programa de marras y a la cadena que lo alberga. En esta casa lo odiamos por muchas cosas pero, sobre todo, por ser el estandarte de esa tendencia moralmente repulsiva que es la de crear famosos sin ningún mérito o cualidad que son famosos por ser famosos [1]. Nos resulta un tanto surrealista contemplar como auténticos desechos humanos son elevados a los altares y a la omnipresencia de la cultura popular más abyecta; pero, en tanto hay otros idiotas (muchísimos) dispuestos a rendir culto religioso a esos ídolos de barro, respetamos la decisión de cada cual con respecto a cómo decida perder su tiempo libre.


Sin embargo hay un punto muy sórdido que acompaña al programa desde su primera emisión y es el hecho de que ha campado a sus anchas en pleno horario de protección infantil, ofreciendo un contenido que puede ser objetable (hecho subjetivo que debe juzgar cada uno) pero que, sin lugar a dudas, no es apropiado para dicha franja horaria. Se han sucedido muchos intentos fracasados para que el programa se regulara pero ha tenido que ser la Comisión Nacional del Mercado y de la Competencia (CNMC) quien diera el toque de atención definitivo. De las dos collejas que ha recibido el programa en los últimos días por parte del organismo regulador, una es relativa al tema de la publicidad encubierta y puede ser muy matizable, pero la otra no admite lugar a dudas y ha tardado demasiado en llegar: el contenido del programa no se corresponde a la clasificación que tiene el mismo (“no recomendado a menores de 7 años”) y debe ser cambiado. Noticias frescas… No entraremos en la teoría de la conspiración que analiza el por qué ha pasado esto justo ahora.


Como el contenido, forma y tono de Sálvame es el que es y modificarlo es hablar de otra cosa, los responsables han montado en cólera ante una amenaza que puede suponer el fin del chiringuito. No olvidemos además que el programa es el corazón y el alma de la cadena, un circo romano en el sentido estricto del término que decide sobre los personajes y contenidos que merodean por el resto de la parrilla. Es un asunto serio con muchos intereses de por medio por lo que es totalmente esperable que los afectados manifiesten su descontento a los cuatro vientos. El problema viene cuando esa queja intenta dotarse de argumentos denunciando que esto supone una censura, un ataque a la libertad de expresión. Y NO es eso. El programa, mal que nos duela a muchos, tiene derecho a existir en pro de esa misma libertad de expresión, pero las reglas del juego son las que son y se las han saltado a la torera durante demasiado tiempo.

Resulta curioso ver que como mecanismo de defensa han lanzado una campaña (#YoVeoSalvame, #MasSalvamequenunca) para que su público se exhiba orgulloso, una demostración de fuerza numérica que mezcla churras con merinas porque nada tiene que ver que el programa sea visto por miles de espectadores con el hecho de que no deba permitirse que se emita en horario infantil. Una calculada estrategia de victimización por su parte que no debe darnos ninguna pena porque una cosa es la respetable democracia del mando y otra la raíz del problema.

Mientras escribo estas líneas sale a la luz la (ágil) triquiñuela que se les ha ocurrido para salvarse una vez más: dividir el programa en dos para cumplir las diferentes franjas horarias que atraviesan el mismo. Sálvame limón (de 16:00 a 17:00 horas, fuera del horario infantil y con clasificación de “no recomendado a menores de 12 años”) y Sálvame naranja (de 17:00 a 20:00, “no recomendado a menores de 7 años”). Quién sabe, lo mismo ahora empiezan a hablar sin levantar el tono de voz, a tomar té con pastas, a respetar los turnos de palabra, etc. Se nos cae una lagrimita ante tanta injusticia.


[1] Siendo la definición de “famoso” completamente eterea: vale tanto que seas el primo del primo del conocido de alguien como que, simplemente, formes parte de la maquinaria-farándula que crea el propio programa. Alquimia pura y dura: crear contenido a partir de la basura. Hay gente a la que le gusta esto por lo que les invitamos educadamente a salir por aquella puerta de allí.

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