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26 nov 2014

Dragon Fall Ultimate Edition (Álvaro López y Nacho Fernández, 2014 [1994 edición original])


Uno cree estar muy pendiente de todas las novedades editoriales cuando, de repente, ¡sorpresa!: Dolmen está reeditando Dragon Fall. Y esta vez, en condiciones, en un formato más que adecuado que toma como base las Ultimate Edition con las que se editó la propia Dragon Ball hace unos años. La verdad es que me he quedado bloqueado al leer la contraportada del tomo y ver que han pasado la friolera de 20 años desde su publicación original. Dragon Fall es un cómic con el que tengo un inevitable vínculo nostálgico y que está unido a una época en la que la expansión del manga en España parecía no conocer límite. Era la época de Akira, de la sobredosis de anime en televisión (recuerdo con picardía los desnudos matinales de Ranma 1/2 en Antena 3 y el desfile de lencería vespertino en cualquier capítulo de City Hunter/Cazador en Telecinco), del auge de las asociaciones de manga, de Game 40 y su selección musical que hacía posible que un chaval de 12 años como yo llenara casettes con música japonesa. Y, por encima de todo lo demás, era la época del reinado de Dragon Ball, de su pico de popularidad en este país. Todo un fenómeno cultural en la España de los primeros años '90 y poco menos que una revolución en Cataluña, donde había llegado mucho antes que al resto de la Península.

En ese contexto, todo tipo de revistas especializadas, fanzines amateur y propuestas como Dragon Fall encontraban con facilidad su hueco en el mercado. 20 años después me resulta bastante gratificante revisitar mentalmente esa época y establecer un nexo temporal con los gustos que tenía entonces. Si con la propia Dragon Ball he experimentado un cambio de apreciación con el paso de los años, pasando a gustarme mucho más su etapa inicial que Dragon Ball Z (el Goku pequeño y su ansia de aventuras frente a las mega-batallas-cósmicas sin sentido ni fin, para que nos entendamos), con la parodia me ha pasado algo similar. Si en su día lo que más gracia me hizo fue su reinterpretación en modo cachondeo del principio de la serie y su trama, ahora he encontrado mucho más sustancioso e interesante el rumbo que tomó el cómic introduciendo mil y una referencias que iban desde el propio mundo del anime y el manga al que se accedía en la España de la época hasta los videojuegos. En su momento no supe apreciar el desfile de personajes de series que apenas conocía y creo que eso me sacaba un poco de contexto, prefería que la serie se ciñera al universo de referencia más que otra cosa. Sin embargo, pasado todo este tiempo, compruebo que precisamente eso es lo que hace realmente valioso al cómic porque no sólo le permitió tomar cuerpo frente a la autoimposición de seguir (más  o menos) el armazón de la serie madre. Lo relevante es que 20 años después todo ese referencialismo que me superó en su día constituye un artefacto cultural, una pequeña cápsula del tiempo en el que el manga y la animación japonesa entraron en este país con intención de arrasarlo todo.

Soy relativamente partidario de apelar al factor nostalgia para justificar relanzamientos de este tipo (mejor no hablar de cosas como Primeros Sueños) pero este reencuentro con Dragon Fall me ha resultado más sorprendente de lo esperado. Quizá no tenga sentido plantearse cómo resiste un producto de este tipo el embite temporal, el sentirse completamente fuera de tiempo y de lugar. Tanto da. Podemos etiquetarlo en el mismo nicho que todos esos libros destinados a desangrar los bolsillos del treintañero actual (Yo fui a EGB, EGB vs ESO, Generación EGB, etc). Lo que sí me parece de recibo es hacer notar que Dragon Fall no apela a esos sentimientos de forma tan sibilina, y eso es de agradecer ante el incesante bombardeo emocional al que estamos expuestos tantos (¡pobres!) niños grandes.

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