He visto recientemente Remo, desarmado y peligroso, también conocida como Remo Williams, the adventure begins, título que no se molesta en camuflar sus verdaderas intenciones. 29 años después, ya me vale. Por eso mismo, por ser una de esas películas de culto ochentero ancladas irremediablemente a un estilo y época, creo que no tiene mucho sentido hacer un amago de reseña que en mi caso, además, tendría un componente emocional confuso: la película me ha remitido a mil y una exploitations ninja de la Cannon y Filmark, pero no la ví en el momento que tenía que haberla visto (es decir, con 10 años, una pena). Tampoco creo que tenga sentido hacer un remake a día de hoy, aunque venga de la mano de un tipo tan capaz como Shane Black, porque lo que me ha gustado de la película son cosas que no pueden actualizarse de forma efectiva, una forma de hacer cine de acción, o cine, a secas, que ha muerto. Aquí voy, en cualquier caso. Digamos que se lo debo a un amigo.
La sinopsis nos promete el cielo: Sam Makin, policía, ex-marine en Vietnam, es reclutado por una organización secreta (CURE) para ser un asesino al servicio del gobierno. El peculiar método de reclutamiento implicará falsear la muerte de Sam, borrar sus huellas dactilares y concederle una nueva identidad (Remo Williams), cirugía estética incluida. Todo esto sin su consentimiento previo, ha sido elegido por poco menos que no tener una familia que le vaya a echar de menos. Una vez dentro de CURE, la organización secreta más espartana que recuerdo, con una economía de medios y escasez de personal alarmantes (2 personas y 1 superordenador), será entrenado en el noble arte marcial del Sinanju por el maestro koreano Chiun. Dicha disciplina resultará increíblemente molona por la particularidad de que rechaza el uso de armas y enseña cosas tan relevantes como a esquivar balas, correr sobre el agua o a llevar a una mujer al orgasmo con unos toquecitos en la muñeca. Dominados de aquella manera dichos conocimientos (puesto que Chiun necesita 15 años para completar el entrenamiento y sólo la han dado unas semanas), Remo deberá desmantelar una trama de corrupción armamentística en el ejercito de los USA.
Magazine que edito Marvel y cuya portada es un buen ejemplo de la filosofía de derribo de la serie. Así de molón pintaba. |
Como veis un batiburrillo de conceptos y estilos muy desprejuiciado que mezcla espionaje high-tech con artes marciales y misticismo oriental y que no hace más que reflejar la naturaleza pulp de la serie de novelas en la que se basa (The Destroyer con unas 150 entregas a día de hoy). Parece ser que los productores vieron aquí un filón de franquicia y se rodearon de responsables de la saga Bond para llevarla a cabo, Guy Hamilton (Goldfinger, Diamantes para la eternidad, Vive y deja morir, El hombre de la pistola de oro) tras la cámara y Christopher Wood (La espia que me amó, Moonraker) al guión, adaptando el universo creado por Warren Murphy y Richard Sapir. El resultado es interesante aunque bastante irregular por cierta indefinición en un desarrollo que parece una mezcla de (cómo no) una película de James Bond y Karate Kid, pero que no termina de decantarse por un camino concreto o definir una personalidad verdaderamente propia. Además, hay un elemento que no sabría decir si es el mayor error de la película o lo que, para bien o para mal, la hace única, y es su tono cómico y una calificación por edades PG-13 que provoca una ausencia de contundencia en todas las secuencia de acción un tanto desalentadora, puesto que parece intuirse que el universo presente en las novelas es bastante más rudo y violento. Sin embargo, no puede negarse que ese camino intermedio, que la acerca al cine de aventuras, hace que sea bastante divertida aunque no sea hasta el tercer acto cuando la película abrace sin tapujos ese género.
Además de todo eso pienso que la falta de gancho de su protagonista (Fred Ward) juega en su contra. No es exactamente falta de carisma por parte del actor, aunque no ayude mucho el hecho de que haya una nula presentación de su personaje o sus motivaciones. Es más bien que estamos ante el típico ejemplo de película secuestrada por un secundario, en este caso el maestro Chiun, encarnado por un actor occidental disfrazado (Joel Grey) que, pese a un precario maquillaje que no deja lugar a dudas y que podría sacarnos de la película en cualquier momento, proporciona los momentos más divertidos de la cinta. Todo el misticismo del Sinanju resulta hilarante en manos de un personaje que aprovecha su cuota de pantalla para arremeter contra la comida basura y el insalubre estilo de vida occidental, hacer comentarios machistas o ver su telenovela favorita. Todo ello entonando un inglés americano con una dicción forzadísima para que no se nos olvide que es koreano. Tan políticamente incorrecto e inaceptable para los estándares actuales como divertido si pensamos en lo inocuo que resultaban este tipo de estereotipos raciales en la época. La película se beneficia realmente de su carisma y es de agradecer porque gran parte del metraje, al ser una película iniciática, transcurre en el delirante entrenamiento.
Además de todo eso pienso que la falta de gancho de su protagonista (Fred Ward) juega en su contra. No es exactamente falta de carisma por parte del actor, aunque no ayude mucho el hecho de que haya una nula presentación de su personaje o sus motivaciones. Es más bien que estamos ante el típico ejemplo de película secuestrada por un secundario, en este caso el maestro Chiun, encarnado por un actor occidental disfrazado (Joel Grey) que, pese a un precario maquillaje que no deja lugar a dudas y que podría sacarnos de la película en cualquier momento, proporciona los momentos más divertidos de la cinta. Todo el misticismo del Sinanju resulta hilarante en manos de un personaje que aprovecha su cuota de pantalla para arremeter contra la comida basura y el insalubre estilo de vida occidental, hacer comentarios machistas o ver su telenovela favorita. Todo ello entonando un inglés americano con una dicción forzadísima para que no se nos olvide que es koreano. Tan políticamente incorrecto e inaceptable para los estándares actuales como divertido si pensamos en lo inocuo que resultaban este tipo de estereotipos raciales en la época. La película se beneficia realmente de su carisma y es de agradecer porque gran parte del metraje, al ser una película iniciática, transcurre en el delirante entrenamiento.
El resto de personajes son funcionales pero irrelevantes, llevándose la palma en este aspecto el único personaje femenino de la película, la Mayor Rayner Fleming (Kate Mulgrew), que seguramente fuera concebida en guión como un personaje fuerte, capaz de plantar cara y sobrevivir en un mundo de hombres, pero cuya intención queda completamente diluida por unos cánones obsoletos en la actualidad. Es bastante sangrante que pese a ser un personaje que hace su entrada en la película de una forma bastante firme (reafirmando su condición de mujer ante sus superiores, de hecho), y pese a ser quien destapa la trama de corrupción, finalmente quede como poco menos un cero a la izquierda y ninguneado de forma explícita. Lo curioso, e interesante incluso a nivel de estudio sociológico, es que estoy convencido de que las intenciones con este personaje iban más allá de ser el mero interés romántico del protagonista, aspecto que tampoco consigue puesto que la película lo intenta de una manera tan atropellada y torpe que da vergüenza ajena más que otra cosa.
Por lo demás y pese a esa violencia un tanto descafeinada de la que os hablaba más arriba, determinadas escenas de acción son bastante efectivas. No hablo del ataque en la Estatua de la Libertad, que debería haber sido la escena más espectacular si tenemos en cuenta que protagoniza el cartel de la película, y que está ejecutada de una forma un tanto pobre y confusa. Me quedo con los momentos en los que se visitan lugares tan comunes en el cine de acción de la época como la fábrica clandestina (con unos doberman tan inteligentes que dejan en pañales a los velociraptores de Jurassic Park) o la base militar, instantes que proporcionan un genuino sentimiento puramente ochentero (parece que vamos avanzando fases en un arcade de DataEast).
Efectivamente: podría ser Joaquin Reyes en un Celebrities. |
Al final y si se la observa con el enfoque adecuado, Remo, desarmado y peligroso resulta tremendamente disfrutable pero no puede ocultar que es un intento fallido de iniciar una franquicia y que pretende funcionar a demasiados niveles sin conseguir destacar en ninguno. Sin embargo el exceso de pretensiones en este caso no me parece algo reprochable porque al menos el resultado no deja indiferente y se denota el interés puesto en la empresa. Creo que es tan simple como que la he contemplado fuera de su contexto para apreciarla más de lo que he hecho pero eso no me impide reconocerle un merecido estatus de culto, aunque tan sólo sea por esa ambición tan sana que desprende.
No hay comentarios :
Publicar un comentario