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11 oct 2017

No opinion

El (alguna vez conocido como) Señor Perla, tipo con más criterio del que se encargaba de pregonar, me ha servido de inspiración en incontables ocasiones. Grandísimo compañero de fatigas y poseedor de un flow incomensurable, tiene la que posiblemente sea mi camiseta favorita de la historia. Esta:



No opinion. Lema al que me aferro como un clavo ardiendo en tiempos convulsos. Porque quiero pero no quiero hablar de Cataluña, tema que me tiene horrorizado y saturado a partes iguales. De esto último tengo que entonar el mea culpa: menos inmersión en redes sociales me hubiera venido realmente bien estos días, pero parece que no aprendo. Llevo como dos semanas picoteando compulsivamente en mi Facebook y en Twitter con la fascinación del que contempla un accidente de tráfico. Repugnado por una parte pero sin poder apartar la vista del desastre que tengo delante de mis narices.

Me ha resultado bastante liberador continuar con el perfil que he adoptado en redes sociales, básicamente un 100% de cotilleo extremo y un 0% de interacción. No tener la necesidad de dar mi visión de las cosas o posicionarme, algo que, a la vista de todo el ruido que me rodea, parece un peaje obligatorio para el uso de cualquier red social. No se cómo lo hubiera afrontado de haber sido un usuario más activo en los últimos tiempos (¿me habría arrastrado la inercia?) pero me ha resultado muy cómodo agarrar el paquete de palomitas y sentarme a leer este fanfiction demencial en el que se ha convertido todo esto del Procés.

Me siguen sorprendiendo todos esos Expertos que salen hasta debajo de las piedras (¡cuánto talento desperdiciado!). Tenemos de todo como en botica, Expertos en Historia de España, de Cataluña, en Derecho Constitucional, en Mediación Internacional y Arbitraje, en Legislación de todo tipo habida y por haber... Opinadores oficiales del Reino (del que sea) para todos los gustos y colores. Los envidio casi tanto como a esos exaltados que lo tienen todo clarísimo y pueden posicionarse en blanco o negro sin problema alguno. O enarbolar ese objeto de postureo nivel extremo que cruza las barreras de lo virtual para etiquetarte en el Mundo Real™: la bandera. Ojala encontrar calidez envuelto en una de esas banderolas estándar del chino en vez de pensar que son símbolos secuestrados, dirigidos, aleccionados, interesados y cargados de inquina dependiendo del ojo que los mire.

Desgraciadamente me muevo en una escala de grises, que pienso que es una posición difícil de argumentar porque te viene a dejar en medio de ninguna parte. Y desperdiciar tiempo bajando al barro del combate dialéctico y el postureo tampoco veo que me vaya a compensar mucho. Ni a mí ni a nadie porque, falsas modestias aparte, el hecho objetivo es que fuera de mi (reducido) círculo vital  mi opinión no tiene ninguna importancia.

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