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16 nov 2016

Once Upon A Time In (Troll-Occupied) Shaolin. Pt 1.


Seguramente ya conozcáis a Martin Shkreli, “el hombre más odiado de América”. Está bastante de moda en las últimas semanas por... bueno, si no lo sabes y te has dejado caer por aquí no haremos spoilers innecesarios. Y si lo sabes pero aun así quieres disfrutar de nuestro oficio de juntaletras, adelante, que hemos preparado un dossier que es puro Mundo Alocado. Haters gonna hate.


Martin Shkreli. Acercarse a la historia de este señor nos revela un prototipo de supervillano un tanto ridículo que parece guionizado por Mark Millar o Charlie Brooker. Su vida y obra son una amalgama perfecta de las peores características de estos tiempos que nos ha tocado vivir: un Troll podrido de dinero que encima es una attention-whore de cuidado. Un monstruito generado por el Sistema (no sabríamos decir si capitalista o de valores o 4Chan) que se hace más grande cuanto más se le odia. Y trabaja muy duro para esto último.



Un paseo por su biografía nos permite asistir a una especie de remake 2.0 de El Lobo de Wall Street. Es uno de esos tiburoncillos que se siente cómodo en el juego neoliberal, un especulador nato con talento para saltar de un fondo de inversión de alto riesgo a otro y sortear recesiones, crisis, a Lehman Brothers y a quien se le ponga por delante. El paso de los años y el expertise adquirido le llevan a seleccionar a su nueva presa: el lucrativo mundo de las farmacéuticas. Y aquí desarrolla su Malvado Plan Maestro que no es otro que montar empresas que compren patentes de medicamentos, con preferencia por los que tratan enfermedades raras, para después hinchar el precio de mercado de los mismos. Todo ello bajo el paraguas de su propio fondo de inversión riesgo MSMB Capital Management, que contituye junto a su colega Marek Biestek (de ahí el MSMB del nombre) y con el que compra y vende compañías de biotecnología como el que se abre un blog. Drogas a mansalva (para trapichear), colega de fechorías, tapaderas por doquier, venta de humo y alta especulación. El dejá vù del que os hablábamos antes en directo desde el país que sigue encumbrando a los Jordan Belfort de la vida.

La cuidada estrategia empresarial comienza a dar sus frutos pronto. Monta su primer tinglado llamado Retrophin y adquiere los derechos de explotación de Thiola, un medicamento para tratar una enfermedad renal bastante rara, el cual sube de 1,50 $/pastilla a 30 $. Un escándalo que quedará como una pequeña travesura iniciática comparado con lo que vendría después. Siguiente chiringuito: Turing Pharmaceuticals (en honor a Alan Turing...) cuyo objetivo será obtener licencias para medicamentos fuera de patente que le aseguren no tener competencia en el mercado y así poder fijar el precio que le de la  gana. Está todo más que estudiado. Su gran obra maestra, su legado para el mundo y la humanidad, es el escándalo Deraprim: un medicamento para tratar la toxoplasmosis en afectados de VIH y embarazadas que costaba unos 13$/pastilla y que tras el paso del huracan Shkreli se incrementará hasta los 750$. ¡5.000%!


Aquí llegará la proyección pública de Shkreli y, quizá, su auténtico bautizo como supervillano de nuestra era. No es la primera vez que algún conglomerado sin escrúpulos hace una trastada-especulativa de este tipo pero, por lo general, las propias dinámicas empresariales y el oscurantismo hacen que este tipo de operaciones queden en el anonimato. Pasar por debajo del radar y no exponerse a la opinión pública suele ser parte de la estrategia porque "no sea que hayamos hecho algo que no sea muy legal que digamos". No será el caso de Shkreli que se expondrá a cara descubierta a todas las críticas y encima aprovechará para restregar a propios y extraños la ostentosa vida que un triunfador como él merece. Asistimos al nacimiento de un nuevo tipo de Troll indestructible, un ser despreciable que no se refugia en el anonimato que da internet, sino todo lo contrario. Y que disfruta alimentándose del odio ajeno como pocas veces hemos visto.

Moraleja de la primera parte: si tienes dinero, puedes hacer lo que te de la puñetera gana. Y, como veremos más adelante, trolear al personal de formas épicas:


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